Con mi muerte me convertiré en un héroe. Yo, el paria, el
traidor, conseguiré con mi sacrificio lo que jamás hubiese conseguido con mi
vida: un hueco en las historias de mi pueblo.
Sonreiría si pudiese, pues sólo yo aprecio la ironía de
este hecho. Las historias de mi pueblo son de sangre y fuego y yo soy todo
menos eso. Soy comedia, soy amor, soy drama. Soy el chiste malo que te arranca
una carcajada, el amor sucio e imperfecto que te deleita en secreto, el tesoro
que aguarda en la guarida del monstruo. Soy… soy una mentira, ¿pero no es una
mentira hermosa preferible a una decepcionante verdad?
Da igual. Soy muchas cosas, pero todas ellas acaban hoy.
Ya puedo olerles. El aceite de sus máquinas, el frío
acero con el que encierran a los espíritus de mis hermanos caídos. Están cerca,
muy cerca. Suelto un rugido y estiro mis alas en toda su envergadura,
preparándome para la batalla. No espero ganar, pero sí conseguir tiempo para
que los míos huyan con los heridos y las crías.
Me lanzo a la batalla, mis garras afiladas contra su
metal, su entrenamiento contra mi salvaje instinto. Derribo a uno de los gólems
contra el suelo, pero dos más me rodean al instante. Me hieren, rompiendo mis
escamas y hendiendo mi carne con sus armas. Pronto le sigue otro ataque, y
luego otro más, y la sangre brota, caliente y espesa.
Esta es la historia
de un viejo y tonto dragón
En medio de la lucha no hay dolor, sólo cansancio,
agotador y devastador cansancio. Sería tan fácil rendirme, tumbarme y esperar a
que todo acabe… Pero ese recuerdo, esa
estúpida cancioncilla de antes de la guerra que resuena en mi cabeza me mantiene
despierto.
que ama a los
sueños y vive de ilusión.
Cojo aire y suelto mi aliento de fuego, haciéndoles
retroceder y ponerse a cubierto. He ganado espacio y tiempo para recuperarme,
tiempo para mis hermanos.
Pobre, pobre, tonto
dragón,
Huyo y golpeo en un desesperado juego del gato y del
ratón, cada vez más débil, cada vez más cansado. Tengo un golpe de suerte
cuando uno de mis zarpazos destroza la pierna de uno de los gólems, pero ya es
demasiado tarde. Mis viejos y gastados ojos, incapaces de leer ni una sola
línea más, no reparan en mi otro oponente.
Apenas
siento un cosquilleo cuando su espada perfora mi corazón.
que no naciste soñador.
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