lunes, 9 de marzo de 2015

No hay descanso para los justos

— La Santa Laurel nos trajo esperanza. Allá donde aparecía, con su cabello carmesí ondeando y su espada Justicia cortando a diestro y siniestro, los demonios retrocedían. Era nuestra heroína, nuestra salvadora, y todos y cada uno de los soldados del tercer regimiento la adorábamos.





Guardo silencio por un momento, embargada por la emoción. Miro a su cuerpo sin vida, a su rostro sereno, en paz, con Justicia reposando sobre su pecho, y a duras penas logro contener las lágrimas.
— Para mí Laurel era una inspiración. Ella era fuerte, justa y compasiva, siempre daba lo mejor de si misma y jamás desfallecía. A su lado, yo sólo era una cría asustada que se meaba en los pantalones antes de la batalla.
Sonrisas melancólicas aparecen en las caras de los cientos de soldados que han acudido al funeral, una breve nota de alegría en medio de la tristeza. Todos querían a Laurel y hubiesen dado su vida por ella sin dudar, pero ninguno la comprendía. ¿Cómo iban a hacerlo? Laurel no tenía miedo, Laurel no dudaba. Laurel era una heroína.
Sólo yo la había visto, en medio de la noche y cuando creía estar a solas, sentada en la oscuridad con Justicia sobre sus rodillas, la mirada pérdida y una expresión indescifrable en el rostro mientras contemplaba su espada. ¿Era miedo, odio? ¿Acaso desesperación? Ya nunca lo sabré. Laurel murió antes de que pudiese preguntárselo.
— Descansa, amiga mía. Te lo has merecido. Yo… intentaré seguir tus pasos lo mejor que pueda.
Acaricio su mejilla, luchando contra el nudo de mi garganta. Me gustaría llorar y llorar hasta derrumbarme, pero no puedo hacerlo. Como Laurel antes que yo, debo ser fuerte. La humanidad necesita a sus héroes en estos tiempos oscuros.
Reúno todo mi coraje, y empuño a Justicia.
Lo siento, lo siento mucho.
Gélidos tentáculos de dolor me recorren por dentro, retorciéndose en mi corazón, mi mente, mi alma. Intento gritar, pero ni siquiera soy capaz de abrir la boca. Estoy atrapada, prisionera en mi propio cuerpo, aullando de horror en mis pensamientos mientras una voz suave y cariñosa no para de hablarme.
            Lo siento mucho, pero necesito tu cuerpo.

— La lucha sigue —me oigo decir a mí misma, muy, muy lejos—. No hay descanso para los justos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario