— ¿Hablas en serio?
La pregunta del heredero del sur dio voz a los pensamientos de Rego. Y
por la cara que ponían, también a la de los nobles que los rodeaban y que a
cada segundo que pasaba aumentaba en número conforme el relato de lo que estaba
sucediendo se extendía entre los invitados a la fiesta.
— Por supuesto — respondió Bant.
— Sabes que no puedes ganar.
— Ya veremos.
Marcus se rascó la barba con una de
sus enormes manos, dubitativo. No todos los días aparece un heredero ante tu
puerta con una oferta tan disparatada. Los nobles que le rodeaban le
aconsejaban que aceptase y le diese una lección al enmascarado que se había
atrevido a insultarles, pero el hombretón no dejaba de observar a Bant sin
hacer a caso a nadie. Después de todo, su bendición seguía siendo un misterio.
— Que así sea —acabó respondiendo
el hombretón. Con una sonrisa de confianza que no dejó de abandonar su rostro
en ningún momento, se sentó e hizo un gesto a Bant para que él también lo
hiciese—. Puede que tu ducado no valga gran cosa, pero si tantas ganas tienes
de regalármelo no voy a ser tan idiota como para rechazarlo. ¿Tú harás de
testigo, Rego?
— Sí, así es.
— Muy bien. Que traigan una
botella de Perdición.
¿No
piensas tomar ningún riesgo, eh Marcus?, pensó Rego mordiéndose los labios.
Vas a sacar el Perdición y todo…
Perdición.
Vino maldito, vino prohibido desde que sus viñas fueron regadas con la sangre
de todo un pueblo durante la última guerra. Niños, ancianos y mujeres, los
soldados no hicieron distinciones y los pasaron a todos por la espada. Del
fruto de esa masacre había nacido un vino maldito, despreciado por la gente de
bien, pero sin duda el más fuerte que había.
Tan fuerte que estremecía el alma.
— Un vaso cada uno, hasta que uno
de los dos caiga de la silla. Yo beberé de tu botella, y tú de la mía.
Empezarás tú, que eres quien me ha retado. ¿Te parece bien, heredero de Nagareth?
El enmascarado asintió con la cabeza; no eran necesarias más palabras. Se
le sirvió un vaso de vino de Perdición, rojo como la sangre, con un aroma dulce
y penetrante que dejaba un regusto a hierro en el paladar. Lo sostuvo con la
mano derecha firmemente, con la misma tensión con la que un espadachín sostiene
su arma durante la batalla. Se lo iba a llevar a los labios cuando Rego le
interrumpió sujetándolo del brazo.
— ¿No crees que te estás pasando,
Bant? Una cosa es ir de aventuras, pero aquí te estás jugando el futuro de tu ducado
por una apuesta. No hagas algo de lo que más tarde te vayas a arrepentir.
Pero el enmascarado ignoró su consejo, le apartó el brazo de su hombro y
se llevó la copa al rostro. Bebió de un único sorbo la copa mientras todos los
invitados guardaban el aliento esperando a ver que sucedía.
Primero fue una tos, fuerte y profunda a la que pronto siguieron muchas
más. Luego el heredero de Nagareth se llevó las manos a la garganta y boqueó
desesperado en busca de aire, como un pez arrastrado fuera de las aguas. Preso
de unos fuertes sacudidas, se tambaleó de un lado a otro tan violentamente que
estuvo a punto de caer de la silla. Sólo en el último instante logró
sostenerse, aferrándose por pura desesperación a la mesa con una de sus manos
mientras no dejaba de toser.
Dioses, se está ahogando, pensó
Rego. Fue a ayudarlo pero Bant alzó su otra mano, pidiéndole que le dejase.
Rego así lo hizo, observando con una mezcla de horror y fascinación como el
pequeño cuerpo del enmascarado se retorcía intentando resistir al Perdición. Lo
más sorprendente de todo, lo más inquietante, es que ni siquiera mientras se
estaba asfixiando Bant no hizo la más mínima señal de quitarse la máscara que
le tapaba el rostro.
Pasaron unos largos minutos durante los cuales las bromas y burlas de los
espectadores no cesaron, antes de que el enmascarado pudiese recuperarse lo
suficiente para hablar.
— Tu turno —fue todo cuanto pudo
decir con voz entrecortada.
Un solo vaso, y Bant casi cae derrotado. En opinión de Rego, la sonrisa
de satisfacción que mostraba Marcus ante los efectos que el Perdición había
causado en su rival no era más que un anticipo de su victoria.
— Sabías que no podías ganar —dijo
Marcus—, pero aun así insististe en tu estúpido desafío. Dime, ahora que has
degustado uno de nuestros vinos, ¿aún sigues pensando que tienen “más
apariencia que sustancia”?—. La pregunta de Marcus provocó un estallido de
risas entre los invitados. Bant no dijo nada, limitándose a mirar fijamente al
heredero del sur mientras respiraba cogiendo grandes bocanadas de aire—. En
fin, veamos como es el vino de Nagareth —. Y para no ser menos que Bant de un
solo trago bebió el vaso, dejándolo una vez vacío sobre la mesa con un golpe
seco—. ¡Agh, estaba asqueroso! Está claro que no os podríais ganar la…
No llego a acabar la frase. Esta vez fue él quien se llevó las manos a la
garganta, buscando un aire que no llegaba a sus pulmones. Su rostro se volvió
pálido como el de un muerto y prácticamente se arrojó sobre la mesa entre
espasmos, haciéndola pedazos y dando con sus enorme mole en el suelo.
Un silencio incrédulo se apoderó de toda la sala. ¿El heredero del sur
había caído bebiendo con un solo vaso? ¿Tan fuerte era el vino de Nagareth que
ni la bendición que protegía a Marcus había podido resistirlo?
Fue Rego el primero en moverse para acercarse a la botella, y con gran
cautela -y algo de temor -, saborear un pequeño sorbo, sin llegar a tragárselo.
Al poco escupió la bebida entre gestos de desagradado.
— ¡Esto no es vino! Dioses, está
horrible, parece veneno.
— Es que es veneno.
Todos los ojos se fijaron en el enmascarado, pero éste ignoró las miradas
y se acercó al gigante caído. Con gran esfuerzo logró darle la vuelta para
rebuscar entre sus bolsillos y pertenencias.
— ¿Qué estás haciendo? — preguntó
uno de los invitados a la fiesta.
— El sello, ¿dónde tiene su sello
que lo distingue como heredero del sur? —preguntó el enmascarado a la multitud
que le rodeaba—. Lo necesito; es la prueba que demuestra que he ganado el
desafío y que estas tierras serán mías.
Rego frunció el ceño; no acababa de entender del todo lo que había
sucedido.
— Pero... Si como dices lo que
había en la botella no era vino, sino veneno, ¿no has hecho trampas?
— Nunca dije que había vino, él lo
supuso. Y tú, heredero de Aquaviva, así como todos los presentes, oísteis en
qué consistía el desafío: un vaso de cada botella, por turnos, hasta que uno
caiga. Él ha sido el primero en caer así que yo he ganado. En ningún momento se
mencionó que el reto consistía en aguantar bebiendo vino.
Estrictamente hablando, tenía razón. Dioses, Rego incluso podía
aplaudirle por el engaño con el que había conseguido derrotar al heredero del
sur, evitando su bendición mientras se ceñía a las reglas del desafío. Pero
dudaba que los nobles del sur aceptasen tranquilamente éste resultado, mucho
menos con Marcus agonizando en el suelo. Una vez se recuperasen de la sorpresa
de lo sucedido, y a menos que pudiesen huir del corazón del ducado, alguien
pagaría los platos rotos. Y ese alguien tenía todos los números de ser Bant… y
seguramente también su pobre acompañante.
Dioses, no me imaginaba las
aventuras así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario