Tras varias horas sin parar de hablar, al fin el trovador guardó
silencio. El público estuvo unos instantes sin decir nada, asumiendo en
silencio la historia que se les acababa de relatar. La leña crepitando en el
hogar y la nieve seguía cayendo en el exterior, sobre esta tierra que tanto
había cambiado.
—Pero entonces —dijo un aldeano dando voz a los pensamientos de la
multitud—, ¿qué pasó con los siete ducados?
—La dinastía de Bant gobernó con justicia y compasión durante muchos,
muchos años. Pasaron por tiempos difíciles pero jamás se rindieron, y siempre
lucharon por cumplir las promesas que había hecho Bant.
—¿Y cuál fue el destino de la Reina de Invierno?
—Leyre Ojos Fríos, la Reina de Invierno, desapareció tras el desafío de
Rego, y nunca más se volvió a saber de ella. A pesar de todo su poder —comentó
el viejo trovador con pesar—, ella sólo era una persona asustada que creyó que
no tenía más remedio que seguir un camino que odiaba. Aún hoy en día no sé si
admirarla por todo lo que logró o tenerle lastima.
—¿Y Rego? —preguntó una niña, la hija de un mercader que estaba de viaje,
con su vocecita llena de preocupación—. ¿Qué fue de él?
—Rego... Simplemente siguió adelante, pequeña. Nunca tuvo madera de
líder, mucho menos de señor, así que siguió con su vida como una persona
normal, que no es poco. Pregúntale a tus padres; te dirán que seguir adelante,
con todo el dolor y tristeza que hay en este mundo no es fácil, pero vale la
pena. Siempre vale la pena.
-¿Ya está bien
de preguntas por hoy, no querido público? Creo que a este viejo trovador le ha
llegado la hora de ir a dormir. Espero que hayáis disfrutado de esta historia,
y si no ha sido así me disculpo, no os preocupéis, seguro que es culpa de este
pobre trovador que no ha sabido narrarla bien. Al menos, confío en que todos
hayamos pasado un rato entretenido.
—Espera un momento —dijo entonces un anciano, con tono exigente y
gruñón—. Todavía no nos has dicho cuál era el verdadero nombre del heredero de
Bant.
—Bueno —respondió el trovador con una sonrisa en su rostro viejo y
consumido por los años—, yo siempre he pensado que es mejor guardar un último
secreto en toda historia; un último misterio. ¿No creéis que es más interesante
así?
Al día siguiente y de buena mañana, con el Sol asomándose por el
horizonte y sin ninguna nube a la vista, el viejo trovador recogió sus cosas y
preparó su caballo para continuar su viaje. Aún había muchos lugares que
visitar y muchas historias que narrar.
—¿Eres feliz, Rego?
Un cuervo le contemplaba fijamente con sus ojos violetas, apoyado en la
rama de un árbol. Perdido en la profundidad de su mirada, al antiguo heredero
le vino a la memoria unos hechos sucedidos hace muchísimos años.
Era un momento triste. Un joven, moreno y de facciones duras, estaba de
pie frente a una lápida, y aunque no había nada en su expresión que lo
demostrase, estaba destrozado por dentro.
—Ha muerto, Rego. Ha muerto sin conseguir unir los siete ducados, sin
cumplir sus promesas. Lo intentó, dioses, tu sabes mejor que nadie que hizo
todo lo que pudo para lograrlo. Pero al final, Leyre tenía razón. El heredero
de Nagareth no ha traído la paz a los siete ducados.
Rego se arrodilló ante la lápida, tocando con su mano derecha la tierra
frente a ella con suavidad, casi podría decirse que con afecto. Una lágrima le
cayó del rostro.
—No, no lo ha logrado. Hay demasiados conflictos, demasiados viejos odios
e intereses contra los que luchar. Pero ha dejado a alguien para continuar su
labor, a alguien a quien todos, incluso aquellos que están en su contra,
reconocen como rey.
—No lo podré hacer... Es imposible.
El antiguo heredero de Aquaviva, futuro trovador, se levantó y miro a los
ojos del joven, unos ojos que eran igual a los de la persona a la que había
amado durante años.
—Por muchos
imposibles a los que se enfrentase, tu madre nunca se rindió.
El joven le sostuvo la mirada, mostrando la misma decisión y
determinación en ellos que la que tuvo la heredera de Nagareth cuando emprendió
su aventura por los siete ducados.
—Y yo tampoco lo haré.
Un graznido del cuervo arrancó a Rego de sus ensoñaciones y le devolvió
de nuevo al presente. Con un suspiro, se llevó la mano a los ojos para secarse
las lágrimas.
—¿Eres feliz, Rego? —volvió a preguntar el cuervo.
El antiguo heredero pensó durante unos instantes en la respuesta que
debía dar.
—Bueno, he tenido una larga vida, he vivido cientos y cientos de
aventuras durante muchos, muchos años, y no me arrepiento de ninguna de ellas.
¿Y aún me deben quedar un par de aventuras más, no? Así que sí, soy feliz. Soy
feliz.
El cuervo graznó por respuesta y alzó el vuelo, dejando al viejo trovador
que siguiera su camino.
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