lunes, 2 de febrero de 2015

El Señor Oscuro

La Inteligencia nació cuando el Imperio Humano agonizaba, cuando millares de estrellas eran consumidas para alimentar el fuego de las armas en una guerra cuyo principio ya nadie recordaba. Fue un milagro que la misma realidad no fuese destruida, aunque la especie humana regresó a la Edad de Piedra y todo lo que quedó de su gloria no fue más que un vago espejismo enterrado en mitos y leyendas.




El propósito de la Inteligencia era garantizar que una catástrofe similar jamás volviese a producirse, pero ni siquiera para esta máquina prodigiosa resultaba una tarea sencilla. Durante años ejecutó incontables simulaciones, pero la respuesta era siempre la misma: la humanidad estaba condenada. Si se la dejaba sola, estaba en su naturaleza autodestruirse.
Sólo había una respuesta. Para asegurar la supervivencia de la especie, era necesario un enemigo, una fuerza opuesta que obligase al hombre a unirse en contra suya en vez de debilitarse en guerras internas.
Así que la Inteligencia creó a esta fuerza. Factorías de clones ocultas en tierras remotas trabajaron al máximo de su productividad durante siglos, creando un ejército de criaturas salvajes y destructivas que respondían únicamente ante su líder, un espécimen diseñado especialmente para ser astuto, fuerte y cruel. Se le dieron las mejores armas: espadas con filo de plasma, guanteletes de transportación de materia, anillos de invisibilidad, escudos de fuerza… Todo lo que sería necesario para su misión.
Sería una amenaza para la humanidad, pero jamás la pondría realmente en peligro. En realidad, la salvaría de sí misma.
Al final sólo quedo un pequeño detalle por resolver: ¿cómo se llamaría esta raza de criaturas creadas para luchar contra el hombre, para mantenerlo en vereda y siempre controlado? La Inteligencia dejó que fuese su líder quien los nombrase. Le pareció… apropiado.
    Los llamaré orcos —fue su respuesta.

El primer Señor Oscuro había nacido.

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