Neuros
no pudo evitar soltar un suspiro de alivio al comprobar que el alternador de
realidad arrancaba y lentamente empezaba a acumular energía. A pesar de lo que
había dicho a sus amigos, no había estado ni de lejos seguro de que fuese a
lograrlo. La extraña máquina funcionaba siguiendo una teoría que ni siquiera
él, la mente más prodigiosa de la Tierra, era capaz de entender del todo.
Apostar
por ella había sido una locura, pero era la única opción con un mínimo de
posibilidades de éxito que tenían de salvar el mundo.
— ¿Todo bien? —le preguntó su
compañero.
—Perfecto
–respondió Neuros, su voz sonando con una confianza que estaba muy lejos de
tener. —Ahora
sólo es cuestión de tiempo.
Su
compañero asintió y devolvió su atención a los combates que sucedían por toda
la ciudad. Era un hombre con un físico impresionante, de espalda ancha como un
armario y brazos firmes y musculosos que su traje oscuro resaltaba. Su rostro
cuadrado parecía estar grabado en piedra mientras observaba como avanzaba la
batalla a través de los ventanales de la habitación, pero la intensidad de la
mirada en sus ojos azules desvelaba su preocupación.
Era
Campéon, el más poderoso de los superhéroes de la Tierra. Un hombre capaz de
levantar montañas, de recorrer los cielos a voluntad y de contar los átomos en
la hoja de un árbol. Un hombre que había salvado este mundo docenas de veces.
—Nube Gloriosa
acaba de morir —anunció
Campeón con voz neutra. —Se
quedó atrás para dar tiempo a que sus compañeros de equipo pudieran retirarse,
sacrificando su vida por la de sus amigos.
—Ha muerto como
un héroe —dijo
Neuros.
—No habría muerto
si yo hubiese estado ahí afuera, luchando a su lado —dijo Campeón.
—Eso no lo puedes
saber con certeza.
El
superhéroe no respondió al momento. Permaneció en silencio durante un largo
minuto, quieto pero con los puños apretados por la rabia, observando de nuevo
como la batalla continuaba antes de volver a hablar:
—Estoy viendo
como los mayores héroes de la Tierra, personas a las que conozco y admiro,
personas a las que llamo amigos, mueren uno tras otro luchando contra el enemigo
más temible al que jamás nos hemos enfrentado mientras yo estoy aquí quieto como
un...
Calló
de repente y Neuros pudo ver como su rostro se convertía en una mueca de dolor.
Abrió la boca para preguntar, pero la acabó cerrando al darse cuenta de que no
tenía el valor para descubrir quién había caído esta vez.
—Sé… sé que es
duro —dijo
Neuros, sintiéndose un estúpido por decir esas palabras. —También son mis amigos. Pero sabes que
su sacrificio es necesario para ganar tiempo hasta que el alternador de
realidad complete su carga, y que tu presencia es necesaria aquí para protegerlo.
La única posibilidad que tenemos de ganar al Devorador de Mundos y a sus tropas
es…
— ¡¿Esta máquina?!
—le
interrumpió Campeón girándose hacia él, enfurecido. — ¿De veras crees
que esto nos ayudará a salvar la Tierra?
—Sí, eso creo. El
Devorador de Mundos es tan poderoso que ni siquiera tú podrías soñar con
derrotarle. En cambio -añadió rápidamente, antes de que Campeón pudiese
protestar-, el alterador de realidad nos permitirá ir más allá del espacio, el
tiempo y de esta realidad, rompiendo la cuarta pared para así poder contactar
con un ser que sí tiene el poder para hacerlo.
—No entiendo lo
que dices —replicó
Campeón. —¿De
qué ser estamos hablando, de un Dios?
—Para nosotros lo
sería —dijo
Neuros. Al ver la expresión cargada de incertidumbre de Campeón, continuó: —Verás, hay
infinidad de diferentes realidades, situadas unas encimas de otras como las
capas de una cebolla. Para una realidad de una capa superior, nosotros no somos
más que un reflejo o una sombra de su existencia. Un ser de esa realidad podría
decidir el destino de la nuestra con un simple pensamiento.
—Eso es aterrador
—dijo
Campeón.
—Lo sé. Pero
también es nuestra única esperanza.
Neuros
comprobó el alterador de la realidad, observando que no presentase ningún error
imprevisto y que el nivel de carga estuviese aumentando de acuerdo sus
estimaciones. Según sus estudios desde el mismo momento en que la máquina
empezó a funcionar que el ser de la otra realidad había podido observarles,
pero hasta que no estuviese cargada del todo no podría comunicarse con él. Tres
minutos más deberían ser suficientes, y luego sólo tendría que convencer al ser
para que les apoyase.
—Sólo necesitamos
un poco más de tiempo —dijo
Neuros. —Un
poco más y este mundo y sus millones de habitantes sobrevivirán.
—Entonces, no
tendréis ese tiempo —dijo
una nueva voz, grave y extraña.
Una
figura apareció atravesando la pared opuesto a ellos como un fantasma. Era alta
y de forma humanoide, aunque sus facciones se veían ocultas por la capa de
sombras que le rodeaba y que ondulaba a su alrededor como si estuviese viva.
—Soy el heraldo
del Devorador de Mundos. Primero acabaré con vuestra esperanza, y luego con
vuestras insignificantes vidas.
La criatura se deslizó hacia el alterador de
la realidad, tan rápida que Neuros no pudo seguirla con la vista. Sin embargo,
sí que pudo sentir el choque cuando Campeón se lanzó contra ella y la detuvo en
medio del aire.
— ¡Lo contendré,
Neuros! —exclamó
Campeón, los dientes apretados por el esfuerzo. —Asegúrate de que todo va bien. No
podemos dejar que el sacrificio de los héroes de este mundo haya sido en vano.
Con
un rugido de furia Campeón hizo retroceder lentamente al heraldo, sus poderosos
músculos forzados al máximo ante el poder de la horrible criatura. Neuros
comprobó de nuevo el alterador de la realidad: dos minutos más para la carga
completa.
—Eres fuerte,
humano, pero no es suficiente –dijo el heraldo.
Las
sombras que rodeaban su cuerpo ondularon como una serpiente, golpeando a
Campeón una y otra vez mientras éste seguía inmovilizándolo. Neuros no podía
hacer otra cosa que observar con espanto como el cuerpo del mayor héroe de la
Tierra se llenaba de heridas, su carne abierta por innumerables cortes.
—No… no te dejaré
pasar–dijo Campeón.
Tanto
su rostro como su traje estaban cubiertos de sangre, pero el superhéroe seguía
resistiendo mientras los segundos pasaban y Neuros se esforzaba por acelerar el
proceso de carga todo lo que podía. Faltaban escasos segundos para completarlo
cuando las fuerzas de Campeón finalmente flaquearon y el heraldo le atravesó el
pecho con uno de sus brazos.
Campeón
gritó de dolor. Neuros reviso la máquina: apenas quedaban cinco segundos para completar
la carga. El heraldo se lanzó sobre ella para destruirla pero fue detenido una
vez más por Campeón, que usó sus últimas energías para retener al monstruo.
—Ha acabado la
carga –dijo Neuros.
***************
—Te saludo, seas
quién seas —dijo
Neuros. —Sí,
te hablo a ti. Tú eres el ser de la realidad superior. Seguramente para ti esta
situación no te parezca real, pero créeme, para mí, para mi mundo, lo es. Somos
personas. Vivimos. Sálvanos, te lo ruego. Sólo tienes que desearlo.
—Déjalos morir —dijo el heraldo.
— ¿Qué
te importan? No son nada, unas sombras en el agua, unas letras en una página.
Para ti, no existen. Acaba esta historia, permite que gane el Devorador de
Mundos. ¿Por qué ibas a interferir? No vale la pena.
Lector, tú eliges. Si deseas salvarlos,
pasa a la página siguiente. Si no quieres intervenir, sigue leyendo en esta
página.
***************
— ¡No, por favor! —suplicó Neuros. —Somos reales,
somos…
Calló
de golpe cuando el heraldo acabó con su vida. En el exterior, los héroes de la
Tierra fueron rodeados y eliminados a uno. Todo había acabado. El Devorador de
Mundos daba comienzo a su festín.
FIN
Neuros
miró a través de los ventanales, observando la ciudad con Campeón a su lado. No
había ni rastro de las fuerzas del Devorador de Mundos, y todos los destrozos
ocasionados se habían reparado como por obra de magia. Los héroes caídos habían
revivido sin ningún rastro de sus heridas.
Apenas
quedaban unos segundos para que la máquina perdiese toda la energía. La
comunicación con la otra realidad se desvanecía rápidamente.
—Gracias —dijo Neuros. —Nos has salvado.
No olvidaremos lo que has hecho por nosotros.
Neuros
te mira, y sonríe.
—Adiós. No sé qué
tipo de ser eres en tu mundo, pero eres el mayor héroe del nuestro.
Firma:
Jesús
Ladevesa Medina
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