La Torre de Dios no había cambiado nada durante
estos años.
Plateada, metálica, imposiblemente alta. Nero alzó
la cabeza, siguiendo con los ojos la estructura hasta que esta se perdió en las
nubes del cielo de Navar.
-¿Te trae recuerdos, verdad? –comentó Peter con
nostalgia, poniéndose la mano sobre los ojos a modo de visera para protegérsela
de los reflejos de los rayos del Sol sobre la Torre. –A mí también. Parece
mentira que hayan pasado ya tres años desde que la vi por primera vez. Entonces
no tenía ni la más remota idea de lo que era ni de lo que hacía, ¿sabes? Eran
finales de mes y yo volvía de la tienda de comics, paseando tan tranquilamente
por unos viejos solares abandonados cuando… ¡zas! ¡Ahí estaba! La Torre había
aparecido de la nada y…
-A nadie le importa tu vida, ladrón –le cortó
tajantemente Valeria. La cazarecompensas no le quitaba el ojo a los soldados
que vigilaban la Torre, tan alerta como un gato a punto de saltar sobre un
ratón. –Vamos, acabemos con esto. Cuanto antes nos libremos de ti, mejor.
-Vaya, que palabras más crueles. ¿Qué te he hecho yo
para que me trates así? A parte de envenenar a tu protegida, amenazarte y
utilizarte para un robo.
Valeria le lanzó una mirada asesina.
-Vale, vale, lo siento. Sólo estaba bromeando, un
comentario gracioso para animar el ambiente. Yo… -la cazarecompensas seguía
mirándolo fijamente, sin pestañear. El flacucho tragó saliva y retrocedió un
paso. -No me mates –rogó el terrestre alzando las manos a modo de disculpa. –Por
favor.
Dioses,
pensó Nero pasándose la mano por la frente, ¿cómo
he ido a parar con estos dos?
Cinco
días antes
La celda de la prisión era poco más que un agujero
oscuro y pestilente.
Nero estaba sentado en el suelo, con la espalda
apoyada contra una pared, las piernas estiradas y los brazos cruzados sobre el
estomago. Le habían quitado la máscara y las ropas del Juez Supremo, dejándole
solo con los calzoncillos. Un río de gotas de sudor le caían por la frente y
por la espalda, mientras sus labios resecos protestaban por la falta de agua.
El bochorno era casi insoportable.
Tenía los ojos cerrados. Se sentía demasiado cansado
y derrotado como para abrirlos, y además, no veía de que iba a servirle
hacerlo. Las paredes eran de piedra, la puerta de casi indestructible resina de
crétalo no se podía abrir desde dentro y la apertura para pasar la comida era
demasiado pequeña. No podía escapar de la celda. No le quedaba otra que esperar
a que llegase el momento en que le juzgasen, le condenasen y acabasen con su
vida.
El leve sonido de unos pasos en medio del silencio
de la prisión llamó su atención. Una persona se detuvo en la celda de al lado,
alguien cuyos movimientos sonaban mucho más ligeros que los de los guardias
acorazados que les vigilaban.
-¿Estás despierto, ladrón?
Las palabras le llegaron amortiguadas, pero a Nero
no le costó reconocer a su dueña. Jamás podría olvidar la voz del Cuervo Rojo
después de que ésta lo hubiese desenmascarado.
-Pues claro, ¿por qué no iba a estarlo? ¿Por la
mierda que hay en este sitio, por la paliza que me han dado o por el cómodo
suelo de piedra? No, nada de eso me molesta demasiado, pero es que no puedo
dormir sin mi pingüino de peluche Abracín.
Esa voz también le resultaba conocida. Era el líder
de los Ocean’s Eleven.
-¿Nunca dejarás de decir cosas raras, verdad? Ni
siquiera ahora que estás a punto de morir. El valor es una virtud, pero lo tuyo
es pura estupidez. No es que me sorprenda mucho, teniendo en cuenta que…
La cazarecompensas siguió hablando, explicando con
todo lujo de detalles varios motivos por los que el ladrón era un idiota, pero
el actor no le prestó atención. No le interesaban los rencores que pudiese sentir
el Cuervo Rojo por el líder de los Ocean’s Eleven, y escuchar su voz sólo le
recordaba el desgraciado momento en que sus planes habían fracasado por
completo.
Los dos extranjeros intercambiaron varias frases
más. Al parecer la cazarecompensas quería averiguar cuáles eran los contactos
del ladrón, pero éste le daba largas con extrañas frases sin sentido. Cansado
de tanta palabrería, Nero se iba a llevar las manos a los oídos para intentar
descansar un rato cuando escuchó al ladrón pronunciar un nombre: Ozonne.
Conocía ese nombre. De un tiempo atrás, de un
momento muy especial.
El mundo de
origen de mi tatarabuela se llama Ozonne.
Eyre. Su prometida le había hablado de Ozonne ante
la Torre, el día en que deberían haberse casado. Le explicó que su antepasada
era de ese mundo y le hizo prometer que entregaría un mensaje si algún día
viajaba a Ozonne o se encontraba con alguien de su familia.
Era la última promesa que le había hecho a Eyre, lo
último de lo que habían hablado antes de que todo se fuese al infierno.
Se puso en pie de un salto y prácticamente se arrojó
sobre la puerta, poniendo la oreja sobre la pequeña abertura para poder
escuchar con claridad todo lo que decían los dos extranjeros.
-… no hacía falta ser un genio para deducir como
actuarías –estaba diciendo el ladrón.
-No han pasado muchos habitantes de tu mundo por Navar, pero sois bien
conocidos por dos cosas: sois buenísimos luchando y siempre cumplís vuestra
palabra. Siempre. Es una virtud que destaca en esta ciudad donde cualquiera
vendería a su madre por diez coronas. Joder, en esta ciudad y en cualquier
parte. Tiene algo que ver con el honor, ¿no? ¿Qué sois, como una especie de
samuráis? –preguntó el flacucho extranjero con un entusiasmo sorprendente dada
su situación. -¿Os suicidáis si no podéis cumplir con vuestra palabra?
-No hables de lo que no tienes ni puta idea, ladrón.
-Vamos, no te pongas así. ¿No puedes satisfacer la
curiosidad de un condenado?
Un momento de pausa. Nero cambio de posición para
ver qué estaba pasando, forzando el cuello para poder mirar por la pequeña
abertura a la celda de al lado. Así consiguió ver a la cazarecompensas, inmóvil
justo delante de la puerta del ladrón, sus ojos fijos en el preso.
-No –sentenció el Cuervo Rojo. –No mereces nada de
mí, y no te debo nada. Adiós.
-Dices eso, pero quien te dio el pastelito con el
que pudiste desenmascarar al estafador, ¿eh? ¿Me oyes?
El Cuervo Rojo no se molestó en responder. Le lanzó
una última mirada cargada de desprecio al ladrón y se cubrió el rostro con su
capucha mientras se alejaba pasillo abajo.
-¡Espera! –gritó Nero con una voz tan seca y apagada
que le costó reconocerla como la suya propia. -¡Espera un momento, por favor!
La cazarecompensas no le hizo caso. Siguió caminando
como si no hubiese oído nada.
-¡Espera! –rogó con todas sus fuerzas, golpeando con
los puños la puerta para llamar la atención de la mujer. Había fracasado en
todo lo demás, pero aún había una remota posibilidad de que al menos pudiese cumplir
la última promesa que le hizo a Eyre. -¿Tú eres de Ozonne, verdad? ¿Conoces a la familia Malecchio?
El Cuervo Rojo se detuvo.
-¿La familia Malecchio? –preguntó. Había duda en su
voz, y quizás algo de temor. –Sí, los conozco. Soy uno de ellos.
-Gracias a los Dioses –dijo en voz baja el actor,
dejando escapar un pequeño suspiro de alivio. –Prometí a una persona muy
importante para mí que si alguna vez me encontraba con un miembro de la familia
le entregaría este mensaje: “Valeria Malecchio cumplió su promesa y restauró el
honor de su familia”.
La cazarecompensas reaccionó como si la hubiesen
golpeado con una maza. Sin fuerzas, se inclinó hacía un lado y tuvo que
apoyarse en una pared para no caerse, medio agachada.
-¿Valeria? –dijo con una voz tan débil que Nero casi
no la escuchó. -¿Valeria Malecchio?
Nero se pasó la lengua por sus resecos labios,
sorprendido ante la reacción que sus palabras habían provocado en una mujer que
mataba a soldados acorazados como si nada. Estaba pensando qué decir a
continuación cuando la cazarecompensas recuperó el ánimo y regresó corriendo
hasta detenerse junto a su puerta.
-Yo soy Valeria Malecchio.
Nero abrió la boca como un pasmarote, sin saber cómo
responder a eso.
-¡Toma ya! –exclamó el ladrón en la celda contigua.
-Cállate, idiota –le espetó el Cuervo Rojo
haciéndole un gesto con la mano ordenándole silencio. –Me llamo así por mi
madre, que también se llamaba Valeria Malecchio. Fue un fracaso como espadachín
y huyo de sus responsabilidades a través de la Torre. Abandonó a los suyos,
abandonó su honor. No te puedes ni empezar a imaginar hasta que punto sus jodidos
pecados marcaron mi vida. Así que, responde, ¿quién demonios te dijo eso y por
qué debería creérmelo?
-Yo… -El actor bajó la vista al suelo. -Es una larga
historia.
-¿Tienes otra cosa que hacer?
Nero miró a la oscura y claustrofóbica celda en la
que se encontraba.
-No, supongo que no –dijo con una sonrisa desganada.
Se lo contó todo. Le habló de su pueblo, de su vida
como actor. Le habló de Eyre, del día de su boda, del hombre pálido que
apareció a través de la Torre y que asesinó a todas las personas que Nero
quería. Incluso le explicó sus planes de convertirse en Dios para resucitar a
todos los que habían muerto.
El actor no supo cuanto tiempo estuvo hablando, ni
como su garganta seca consiguió resistirlo. Ante el silencio atento de la
cazarecompensas fue soltando frase tras frase, sin que ningún momento ésta le
interrumpiese ni le pidiese aclaraciones. Resultaba extraño, desconcertante,
contarle a otra persona todos estos recuerdos que hasta ahora había guardado en
secreto. Era… liberador.
-Eso es todo –dijo Nero cuando acabó.
La cazarecompensas tiro la capucha hacía atrás y
pasó una de sus manos por sus cortos y oscuros cabellos, mientras con la otra
se rascaba la barbilla. Sus ojos rojos, aunque abiertos de par en par, sólo
miraban al vacío.
-Joder. Jamás hubiese esperado nada de esto. Mi
madre restauró su honor y fundó un pueblo en otro mundo. Un mundo donde la
familia Malecchio prosperó hasta que fueron asesinados por ese monstruo, el…
-El hombre pálido –apuntó Nero.
-Sí, el hombre pálido-. La cazarecompensas se quedó
un instante quieta, pensativa, para luego inspirar aire con fuerza y soltarlo
lentamente. –Esto lo cambia todo. Estoy obligada a ayudarte.
-¿Cómo?
-Eres de mi familia, y necesitas mi ayuda. No hay
más que explicar.
-Pero no soy de tu familia. No llegué a casarme con
Eyre.
-Eso no importa. Eyre te explicó una promesa que
pasaba de generación en generación entre los Malecchio de tu mundo; es evidente
que te acepto en su familia. En mi familia-. Movió la cabeza a un lado y
frunció el ceño. –Tengo que ayudarte. Es mi deber.
“Lo primero que haré será sacarte de aquí”.
El actor rechistó, incrédulo.
-¿Qué vas a hacer, tirar abajo la puerta y sacarme
de esta prisión abriéndote paso entre las docenas de guardias a espadazos?
-No hará falta. El conde de Exquisito y muchas
personas importantes me deben la vida. Es hora de cobrarles el favor.
-Yo… -Nero no encontraba las palabras. Se había
resignado, había perdido toda esperanza, y ahora la emoción se abría paso por
su interior, dejándole sin aliento, estremeciéndole de la cabeza a los pies. Se
mordió los labios para no llorar, pero las piernas le fallaron y cayó de
rodillas, gimoteando. –Gracias.
La cazarecompensas asintió con la cabeza.
-Odio romper este momento tan emotivo –dijo entonces
el ladrón desde la celda de al lado-, pero me gustaría indicar que aunque lo
saques de esta celda, aún necesitará conseguir un millón de coronas para superar
la prueba de la Torre. Y no creo que lo tenga nada fácil con su historial de
engaños.
El Cuervo Rojo abrió la boca para replicarle, pero
en el último segundo pareció cambiar de idea y apretando los labios y haciendo
una mueca de disgusto le preguntó:
-¿Qué propones?
-Un trato –respondió el líder de los Ocean’s Eleven
con una voz suave como un pañuelo de seda. -Sácame de aquí, y a cambio os
llevaré con el dinero del premio de la Lotería. Tres millones de coronas,
suficientes para que cada uno de nosotros abandone este mundo y no regrese
jamás. ¿Qué me dices?
La pregunta flotó en el aire durante un largo
minuto, hasta que finalmente Valeria Maleccchio respondió:
-Acepto.
Hola,
ResponderEliminarMe gusta bastante la primera parte de capitulo, siempre me han gustado las situaciones que surgen de la desesperación, cuando los personajes creen que no tienen opciones.
No creo que la coincidencia de que Valeria sea la hija de la tatarabuela de Eyre (puede que esto implique que a través de la torre no solo se viaja a través del espacio, sino también del tiempo) sea demasiado forzada. Si te paras a pensarlo racionalmente, es verdad que la posibilidad de que se encuentren entre los infinitos mundos que pueden haber, es casi nula. Pero creo que no rompe la suspensión de credibilidad que toda historia de fantasía necesita. Lo que he pensado es que todo responde a un plan de quien sea que dirige la torre (planes malignos of course).
Lo que me sorprende es el momento en que Peter suplica por su vida al cuervo rojo. Cuando esta en la celda, se muestra seguro de si mismo en todo momento, también recuerdo la escena de la lotería en que Peter es consciente de la importancia de no mostrarse débil ante Valeria. Da la sensación que tiene otro plan preparado. También me llama la atención que Valeria acepte el plan de Peter, teniendo en cuenta que seguramente ella ya tiene el dinero suficiente para el viaje de Nero y suyo. Lo he vuelto ha leer, y veo que hay un momento en que Valeria parece que va a rechazar su propuesta, pero cambia de opinión, lo que me lleva a pensar en más planes. Lo que me gusta de todo esto es que refuerza la sensación de que Nero va dando tumbos en base al azar. En cierta forma solo sigue vivo por pura suerte y el es consciente de ello.
En cuanto a como planteas la acción, me gusta que en las celdas Nero sea el protagonista indirecto de la escena, escuchando la conversación de Valeria y Peter. También me ha gustado el juego del principio del capitulo. Yo me imaginaba que correspondía a la ejecución de Nero y Peter al lado de la torre, pero luego creo que más bien es la escena en que pretenden escapar a través de la torre después de conseguir el dinero. Creo que en la continuación de esta escena inicial veremos el desenlace de sus planes y el porque Valeria decidió aceptar la ayuda de Peter.
Hola Jaime,
ResponderEliminarNero es el protagonista más "humano" de los tres, el más normal. Tiene que hacer servir todo su ingenio y tener suerte para conseguir lo que lo demás hacen con excelencia.
Peter se muestra débil si le conviene, y con una persona como Valeria casi nunca tendrá un beneficio si lo hace.
En la tercera parte se ven los motivos por los cuales el Cuervo Rojo acepta la oferta de Peter, a pesar de la manía que le tiene a Peter.
PD: Hay planes malignos everywhere! :)