lunes, 26 de noviembre de 2012

Capítulo 7 (Parte 3) - El Cuervo Rojo


Una lata de metal pintada de negro cayó al suelo. Hizo poco ruido al caer sobre la mullida hierba, pero llamo la atención de un camarero que se acercó con precaución.
-¿Qué demonios…?


Dio un salto hacia atrás, gritando asustado, cuando la lata hizo un ruido parecido a un silbido muy agudo y un humo espeso y de color rosado salió despedido en grandes cantidades del recipiente. Por todo el jardín –y especialmente cerca del cuadro- latas similares cayeron entre los invitados, provocando primero gritos de sorpresa y luego de espanto cuando el humo rosa aparecía y se extendía por doquier.
-¿Qué  está pasando? –exclamó el conde de Exquisito intentando hacerse oír por encima de los gritos de los nobles y sirvientes. -¿Son los Ocean’s Eleven?
Las palabras del conde no hicieron sino empeorar la situación. Unos pocos segundos habían bastado para que el extraño humo cubriese el jardín cegando a casi todos los presentes, y ahora tanto nobles como sirvientes intentaban apartarse de la zona central donde estaba el cuadro por temor a ser atacados por la banda de ladrones. El Cuervo Rojo se tapó la boca y la nariz con una servilleta de tela y se hizo a un lado mientras los nobles corrían a ciegas a su alrededor como gallinas descabezadas. Los más afortunados se chocaban entre ellos o contra las mesas de mármol entre quejidos de dolor, los menos eran pisoteados por sus compañeros o se daban de bruces contra el muro de Hiervesangre.
He aquí a la flor y nata de la sociedad, pensó la cazarecompensas mientras los gritos y el caos se sucedían a su alrededor. Momentáneamente a salvo de la avalancha humana,  alzó la vista y buscó a Elena, sus ojos rojos viendo a través del espeso humo como si no estuviese ahí. La joven estaba agazapada tras una columna de piedra, en el otro extremo del jardín.
El Cuervo Rojo se dirigió hacía allí, deslizándose ágilmente entre los confusos invitados gracias a su destreza y su visión perfecta del lugar. Unos cuantos regates, un salto por encima de un maestro de la espada inconsciente y llegó junto a su protegida, que la reconoció por sus característicos ojos.
-Elena, ¿cómo estás?
-Bien –respondió la joven, tapándose el rostro con un trozo arrancado de la manga de su carísimo vestido. -Sorprendida. ¿Tú te esperabas algo así?
-Para nada. ¿No te parece genial?
-De un modo perverso y astuto, sí. ¿Son los Ocean's Eleven?
-Creo que sí, pero aún no he visto a ninguno.
El extraño objeto volador se había acercado durante todo este rato y ahora se mantenía inmóvil sobre el jardín, a varias decenas de metros por encima de las cabezas del trío de soldados acorazados. Pintado con la misma pintura negras que las latas, parecía estar fabricado enteramente con partes de insectos a excepción de la hélice y una enorme piedra que llevaba sujeta en la parte de abajo. El sonido de su hélice girando a toda su velocidad quedaba oculto en medio del alboroto reinante, y el humo impedía que nadie a parte del Cuervo Rojo pudiese verles.
-¡Proteged el cuadro! –gritaba el conde de Exquisito, hacerse oír por encima del desastre de fiesta gracias a su vozarrón. Su imponente presencia se veía un poco deslucida por un gran chichón en la frente y un ojo morado, pero seguía dando órdenes sin cesar. -¡No dejéis que esos malditos ladrones le pongan sus sucias manos encima!
La cazarecompensas tuvo que reconocer el mérito a los hombres del conde, ya que a pesar de todo lo que estaba pasando un buen número de ellos se mantenían firmes en su puesto. Sí, había guardias que se habían echado a correr y maestros de espadas que se habían visto arrastrados por la avalancha humana, pero las entradas al jardín seguían fuertemente vigiladas y el trío de soldados acorazados rodeaba imperturbable el cuadro, sin dejar ni el mismo resquicio por el que pudiese pasar un ladrón. Incluso había un maestro de armas que intentaba organizar a sus compañeros, dándoles órdenes para que no se dividiesen y estuviesen preparados para el ataque de los Ocean’s Eleven. Era un tipo con sombrero y un espeso bigote blanco que se comportaba con una autoridad que le resultaba familiar a la cazarecompensas.
-No te lo vas a creer –dijo el Cuervo Rojo agudizando la vista para distinguir al hombre que dirigía a los guardias-, pero el comisario en persona está aquí.
-Vaya, ¿el jefe de la fuerzas del orden de la ciudad, en la fiesta privada de un noble que está en contra del duque de Adinerado?– Elena silbó por lo bajo, sorprendida. –Parece que realmente tienen muchas ganas de detener a los Ocean’s Eleven.
-Pues sí, pero dudo mucho que lo vayan a conseguir.
Porque nadie se había esperado un ataque por el aire. Defendían las entradas al jardín, sin tener la más remota idea de que los ladrones ya habían entrado y estaban justo por encima de su objetivo.
La extraña máquina voladora llevaba ya un rato en la misma posición. El Cuervo Rojo la observaba fijamente, esperando a ver qué habían pensado para llevarse el cuadro. Quizás una cuerda, o…
El Cuervo Rojo parpadeó un par de veces, negándose a creer lo que acababa de ver. La piedra que sostenía el aparato volador había soltado un breve e intenso destello azulado, como un relámpago en miniatura. ¿Qué demonios ha sido eso?
Al instante, las latas de metal de las que había salido el humo salieron volando en dirección al aparato volador como si tuviesen vida propia, y no se detuvieron hasta quedarse pegadas a la extraña piedra. El propio cuadro,  marco de metal incluido, corrió la misma suerte y voló por los aires hasta detenerse al llegar junto a la máquina.
-No me jodas –murmuró la cazarecompensas, sonriendo como un niño ante un juguete nuevo. –Es increíble.
Nadie se había dado cuenta. Ni los guardias, ni el conde de Exquisito, ni tan siquiera los soldados acorazados que protegían de cerca el cuadro. Los Ocean’s Eleven lo habían robado ante sus mismas narices, y los únicos que podían tener una remota idea de lo que había pasado eran los nobles que miraban asustados a sus carísimos colgantes y joyas de metal que tiraban de ellos hacía arriba, como si estuviesen hechizados. Un misterio más en una noche llena de maravillas.
-¿Qué pasa? –preguntó Elena. -¿Están peleando los Ocean’s Eleven y los guardias?
-No les ha hecho falta –respondió la cazarecompensas, viendo como la máquina voladora se ponía en movimiento para alejarse del jardín. –Ya tienen lo que venían a buscar.
Antes de que la joven pudiese hacer más preguntas el Cuervo Rojo se giró de cara a su protegida y la cogió de los hombros. –Escúchame, Elena. Luego te explicaré lo que ha pasado, pero ahora tengo que ir tras ellos. ¿Estarás bien?
La joven sonrió.
-Tú misma me has enseñado a defenderme. Vamos, vete,  no pierdas más tiempo.
El Cuervo Rojo salió disparada como una flecha.
Corrió a través del humo, su atención dividida entre todos los obstáculos que había en su camino –nobles y sirvientes heridos, guardias armados, mesas y sillas derribadas- y el objeto volador que se movía velozmente hacía el sur. A una persona normal le hubiese resultado imposible pasar corriendo a través del jardín en esas circunstancias, pero ella siempre había sido muy ágil, y lo era aún más tras superar la primera prueba de la Torre. Consiguió llegar hasta la salida del jardín sufriendo un único percance: su apretado vestido se había roto por varios sitios tras la carrera, dejándola medio desnuda. No le gustaba ir por ahí enseñando las bragas y el sujetador como una puta barata, aunque tenía que reconocer que el vestido le resultaba mucho más cómodo ahora que antes.
Sólo esperaba que Elena no se enterase de esto o se burlaría de ella durante años.
Saltó encima de los hombros de uno de los guardias que vigilaban la salida al jardín, y tan rápido que éste no tuvo tiempo de reaccionar se impulsó de nuevo por encima de él en un poderoso salto a través del resto de guardias, efectuando una pirueta para amortiguar la caída. Nada más tocar el suelo se puso a correr de nuevo, ignorando los gritos de alarma que soltaron los guardias a su espalda.
Continuó su persecución por las amplias calles y avenidas del distrito nobiliario de la ciudad, vacías a estas horas de la noche a excepción del ocasional guardia de patrulla que, muy sabiamente, decidía no perseguir a la extraña mujer de ojos rojos y en cueros que corría a toda velocidad. El objeto volador era muy rápido pero ella corría hacia abajo –la ciudad de Fortuna estaba construida hacía arriba, ocupando el nivel más bajo los pobres, el segundo los artesanos y comerciantes y el último los nobles-, lo que la ayudaba a mantener las distancias y no perderlo de vista. Cuando llegó a la muralla de piedra que separaba los distritos trepó como una ardilla por un árbol cercano y luego saltó a lo alto de ésta, casi sin perder tiempo.
El distrito comerciante se extendía ante ella. A excepción de unas cuantas plazas y vías comerciales estaba lleno de callejones estrechos, canales de agua que transportaban los desperdicios de la ciudad e hilera tras hilera de edificios pegados. Todo ello junto hacía que le resultase casi imposible seguir a los Ocean’s Eleven como había hecho en el distrito noble, así que optó por un nuevo enfoque.
Retrocedió unos cuantos pasos hasta llegar al principio de la muralla, se puso en posición y entonces cogió carrerilla, saltando con todas sus fuerzas –los brazos y las piernas estirados hacía adelante, los ojos fijos en el tejado de un edificio situado a unos ocho metros de distancia, su vestido haciendo un “ras” al rasgarse aún más por el costado- cuando llegó al límite de la muralla.
Durante un segundo, el Cuervo Rojo voló por los aires. Luego cayó y golpeó el tejado del edificio, sus zapatos haciéndose pedazos por el impacto. Poniendo mala cara y maldiciendo por lo bajo –era casi imposible encontrar unos zapatos como los que acababa de romper, elegantes y cómodos para correr-, se quitó el calzado y se puso a correr otra vez, sus pies descalzos contra la piedra. No pensaba abandonar la persecución.
Así que siguiendo al objeto volador la cazarecompenas corrió por tejados y cuerdas de tender ropa, saltó entre balcones y terrazas, trepó por paredes y tuberías e incluso tuvo que atravesar varios pisos –entrando por una ventana y saliendo por otra- para no perder de vista a los ladrones.
Cuando vio la muralla que separaba al distrito comercial del distrito más pobre de la ciudad empezó a temer que los perdería. Esta muralla era mucho más alta y estaba más protegida que la que dividía los distritos noble y comercial, y si los Ocean’s Eleven la sobrevolaban ella no podría superarla a tiempo de seguirles. Así que siguió corriendo con el corazón en vilo mientras el objeto seguía volando en dirección al sur, cada vez más cerca del distrito pobre. Odiaría perderles después de haber roto unos zapatos excelentes y un carísimo vestido en su persecución.
Por suerte para la cazarecompensas, el extraño objeto volador empezó a bajar de altitud hasta aterrizar en el tejado de un edificio que aún pertenecía al distrito comercial. Soltando un suspiro de alivio, saltó a un balcón del edificio y se dispuso a subir por las escaleras de emergencia hasta el tejado, deseosa de encontrarse con los famosos ladrones.
-Vamos Sara –escuchó que decía una voz en el tejado-, démonos prisa con esto.
Sigilosa como un mosquito acechando a su presa,  el Cuervo Rojo se agarró a la cornisa del edificio, observando la situación. La máquina voladora estaba quieta sobre el suelo, rodeada por un grupo de ladrones que le daban la espalda. Dispuesta a sorprenderles, la cazarecompensas saltó sobre el tejado con tan mala suerte que chafó unos huevos de insecto, revelando su posición con los crujidos de las cáscaras rotas. Y por si fuera poco se llenó los pies de un asqueroso pringue.
El grupo de ladrones se giraron como un solo hombre en su dirección al escuchar el ruido. Eran siete, seis hombres y una mujer, y todos ellos llevaban unas extrañas máscaras blancas con el rostro dibujado de un hombre sonriente con las mejillas sonrosadas, las cejas pobladas, un fino bigote y una perilla negra.
-¿Estáis viendo lo mismo que yo? –preguntó el enmascarado que estaba más cerca de la máquina voladora, moviendo la cabeza a un lado. -¿Acaba de aparecer una tía buena medio desnuda?
-¡Es el Cuervo Rojo! –gritó otro de los enmascarados mientras intentaba desenvainar su espada con movimientos torpes y nerviosos. -¡Fijaos en sus ojos!
-¿Y a qué esperáis? –preguntó el primer enmascarado que había hablado, señalando a la cazarecompensas en cueros con su mano derecha. -¡Detenedla!
El Cuervo Rojo se movió veloz como un rayo y atacó al ladrón que aún estaba intentando desenvainar la espada, golpeándole en el cuello con el filo de la palma de su mano.
-Vaya, hablando así…
Aprovechando el impulso de su movimiento se giró y dio una patada en el torso a otro de los ladrones, rompiéndole varias costillas y mandándolo por los aires.
-… parezco el jefe de…
Dio un paso rápido hacía el tercer ladrón y saltó, golpeándole en el mentón con la rodilla. Se escuchó un sonoro crack de huesos rotos.
-…una banda de malos cutre…
Cuando tocó el suelo el cuarto ladrón se estaba lanzando sobre ella, el puño cerrado apuntando a su rostro. El Cuervo Rojo se apartó suavemente hacia un lado, dejando que el puñetazo pasase inofensivo y aprovechó el impulso de su atacante para dejarle seco de un revés.
-…a los que el héroe apaliza como…
Una patada a la cabeza bastó para tumbar al quinto ladrón, que se había quedado quieto como un pasmarote mientras pasaba todo.
-…si nada –acabó de decir el primer enmascarado.
Sólo quedaban dos ladrones, el primero que había hablado y que parecía su líder, y la mujer, que se escondía acobardada tras él. El Cuervo Rojo observó con atención al líder de los Ocean’s Eleven, reparando en que aunque era un hombre bajito, flacucho y acababa de perder a cinco de los suyos no parecía estar asustado.
-¡Eso ha sido impresionante! –dijo el líder de los ladrones, haciendo unos movimientos extraños con los brazos como si intentase imitar a la cazarecompensas. -¡Gua! ¡Fiu! ¡Qué movimientos! ¡Qué velocidad! Parecías una ninja, en serio. Ha sido una pasada.
-Gracias –respondió el Cuervo Rojo. –Creo que es la primera vez que unos criminales me felicitan por mi manera de luchar.
Avanzó un par de pasos pero se detuvo cuando el ladrón alzó las manos, aparentemente acobardado. Las manos le temblaban y retrocedía encogido, pero sus movimientos no eran naturales. La cazarecompensas frunció el ceño, extrañada al reparar que se había puesto en guardia automáticamente. Su cuerpo, llevado por el instinto, se había sentido amenazado ante el pequeño ladrón. Era casi como…
Es como un traicionero escorpión, se dio cuenta con sorpresa el Cuervo Rojo, esperando el momento justo para atacar.
Sonrió.
-¿Tenéis pensado robar el dinero de la Lotería?
-¿Cómo? –preguntó el enmascarado, sorprendido por el cambio de tema.
-Sólo faltan unas pocas semanas para el sorteo. Tres millones de premio, toda la atención de la ciudad, la mejor seguridad posible… No creo que los famosos Ocean’s Eleven puedan resistirse al reto. Seguro que ya lo tenéis todo planeado y hasta tenéis preparada una carta de esas para avisar al duque de Adinerado de vuestras intenciones, igual que hacéis siempre.
 -Es posible –reconoció el ladrón, sonando curioso. –Pero no tengo ni idea de a dónde quieres llegar.
La cazarecompensas se acercó a la máquina voladora, manteniendo en todo momento una distancia de seguridad con el líder de los ladrones. Pasó una mano por el ala, admirando el ingenio capaz de crear una máquina así.
-El conde de Exquisito no me contrató para su fiesta, así que no tengo ninguna obligación de deteneros. Un grave error por su parte.
-Entonces no vas a… -empezó a decir el enmascarado.
-Pero estoy segura de que aún así me pagaría bastante por vuestras cabezas –le interrumpió el Cuervo Rojo. –En sentido literal y figurado. Pero también estoy segura de que después del robo que habéis hecho esta noche el duque de Adinerado estará dispuesto a pagarme mucho más para garantizar que no arruinéis el sorteo de la Lotería.
-Ah, entiendo –dijo el enmascarado tras una pausa de unos segundos. -Eres avariciosa. Has comprobado que eres capaz de detenernos, así que prefieres dejarnos libres para ganar más en el futuro. Como una inversión.
La cazarecompensas no respondió. Ambos sabían que habiendo descubierto los Ocean’s Eleven lo que ella era capaz de hacer, no le resultaría tan fácil volver a atraparlos.
-Bueno, mejor para mí –respondió el enmascarado en tono cordial. -Gracias por dejarnos escapar y eso. Sin embargo, no lo entiendo. ¿Si no tenías intención de atraparnos, porque nos has perseguido hasta aquí? ¿Tenías ganas de pegarle una paliza a alguien y escogiste a mis compañeros?
-Porque quería conocer en persona a los Ocean’s Elven y a su famoso líder.
Sonrió, una sonrisa de puro deleite que le iluminó el rostro.
“Y porque así es mucho más divertido.”

4 comentarios:

  1. Hola,

    De esta parte lo que mas me ha gustado ha sido la introducción, con las bombas de humo cayendo y el caos que se crea entre los nobles, y la escena en que (por lo que he leído en la introducción de la entrada precedente, Valeria y el cuervo rojo son la misma persona. Esto lo habías comentado ya?) el cuervo rojo se enfrenta a Peter. Me gusta el combate que se intercala con la frase de Peter y el dialogo entre ellos me parece interesante, salpicado de suspicacias y dobles intenciones.
    En cambio, me ha chirriado es el tema del helicóptero. He estado mirando la wiki y es relativamente reciente (1900, aunque el primero pilotado con total maniobrabilidad es del 1949) así que se trata de algo muy complejo técnicamente, que no solo requiere de conocimientos sino de materiales difíciles de construir y encontrar. Por lo tanto, se me hace difícil de creer que haya montando toda una industria para un helicóptero, que además parece totalmente funcional por la velocidad que dices que adquiere y la carga que soporta. Ya sé que en la parte anterior ya se veía, pero me imaginaba algo mucho más rudimentario de lo que describes ahora.
    Por otra parte si que entiendo lo del imán, ya que simplemente se requieren los conocimientos sobre el tema. Lo que me pregunto es si han tenido cuenta que lo más posible es que con este sistema, el objeto que intentan robar sea dañado por el camino o al chocar con la piedra. Por lo tanto deduzco que no les importa el valor real del cuadro sino simplemente robarlo delante de las narices de los nobles. Y todo este me lleva a la siguiente reflexión, que sacan de bueno de al anunciar constantemente sus robos? tiene que haber un plan detrás de todo esto que lleva mas allá del robo de la lotería. Si este es realmente su objetivo, es que Peter es mucho más orgulloso de lo que imaginaba.
    A parte de esto, la persecución no me resulta creíble, y no es que no se entiendan los movimientos de ella, la acción en todo el capitulo se entiende perfectamente. Es el hecho que no los pierda a través de la ciudad, teniendo en cuenta todas las maniobras que debe realizar, cuando ellos solo van en línea recta y además bastante rápido. Intentas explicar esto con el tema de que la ciudad hace pendiente, pero no me convence la explicación.
    En cuanto a la escena final, solo otro apunte respecto a como se dan cuenta de que los persigue al caer sobre unos huevos, no me acaba de convencer que no mire donde salta antes (ni que no lo vea).
    En general de este capitulo me han resultado mucho mas interesantes las escenas de dialogo. La acción me ha parecido que esta muy bien, contada de forma ágil y clara.

    ResponderEliminar
  2. Hola Jaime,
    Lo de que el Valeria y el Cuervo Rojo son la misma persona creo que lo he comentado en alguna anotación, porque hasta el capitulo siguiente no se "dice" oficialmente.
    Lo del helicoptero es un tema interesante. Yo me lo imagino como un helicoptero muy primitivo, quizás como si fuese diseñado por un Leonardo Da Vinci en un mundo de insectos gigantes. Es una máquina sencilla y lenta -aunque rápida en comparación con el paso de una persona-. Si no ha quedado claro tendré que retocarlo.

    ResponderEliminar
  3. A mi me ha gustado y he podido imaginarme perfectamente la escena de persecución salvo algun punto muy concreto. Jaime me ha jodido pq no sabía que fuera Valeria :( (spoiler alert al menos). También puedo imaginarme el helicoptero tipo leonardo da vinci aunque lo veo dificil con un iman que requiere electricidad para que funcione... unos botes de humo, cargado de personas, luego de objetos metálicos, etc.

    La lectura ha sido muy sencilla el capítulo se me ha hecho corto =)

    ResponderEliminar
  4. Hola styGs, gracias por comentar.
    Si hay algún punto que no te ha quedado claro indícamelo para que así lo pueda retocar jeje. En cuanto al helicoptero, en realidad sólo transportaba a un par de personas, el resto les esperaban en el tejado.

    ResponderEliminar